Por: Mónica Flórez Crissién
Les confieso algo: veo muy poco Telecaribe, sin embargo, este ejercicio de clase me ha motivado a observar ese canal Regional, que a veces siento tan lejano… (no sé si es porque soy “medio cachaca y medio caribeña”). Y en esa búsqueda por conocerlo, analizarlo y emitir un juicio, me he encontrado con sorpresas… “El libro de Sofía” es una de ellas, una serie de dibujos animados, creada en el 2004 por Gustavo Raad, quien ganó el premio India Catalina a mejor programa infantil colombiano en el 2007. En wikipedia leemos que “Su eje temático es educar a la teleaudiencia infantil, con temas como la ciencia y la cultura… invitando a los niños a una aventura con el conocimiento”.
Frente a tal antecedente, resulta difícil escribir lo que voy a escribir, pero no puedo evitarlo. Además, también hay que aclarar que es la percepción de un programa en específico, el emitido el sábado 15 de mayo de 2010. En esta emisión la protagonista es Sofía, una niña muy inteligente (caracterizada por las clásicas gafas), que interactúa con su hermano Daniel (un niño muy curioso al que wikipedia considera como el personaje que mueve la serie…). Sofía trata de enseñar sobre el Ballet o Danza clásica a Daniel y al Agente Super K (el tonto del paseo). Pareciera que siempre debe haber un tonto y uno inteligente en toda relación….
A través del tema -enseñando ballet a varones-, se plantean aspectos propios del género, los roles que asumimos como propios de un sexo o de otro. El profesor tiene que ser un francés, que no deja de lado el estereotipo de lo que asumimos como propio de mujeres o de un tercer sexo… El hecho de que sea extranjero hace que sea más respetable el asunto…
Esta es apenas una de las escenas que trata la serie muy por encima; después salta a otro tema a través de Computadora, que es la que envía a Sofía, Daniel y a Super K a las conexiones del tema, por teletransportación. De esta manera, se la pasan viajando a través del conocimiento en el lapso de 24 minutos de duración por emisión.
A pesar de la intencionalidad educativa, a pesar del reconocimiento ganado, no logra convencerme. Incluso le pregunté su opinión a un niño de 10 años que me acompañaba y me dijo “que le parecía muy infantil”. Pareciera que en nuestro país todavía no hemos logrado identificar cómo podemos hacer programas educativos que además sean entretenidos, que nos atrapen, que nos seduzcan… Incluso a los adultos.